El Mont Saint Michel es uno de los lugares turísticos más visitados de Francia y Europa; su silueta es característica. Tanto la abadía como la bahía en que se encuentra son Patrimonio de la Humanidad.
Debo decir que lo más bonito es esta vista porque el interior tampoco es especialmente maravilloso.
Lo que lo hace único es su ubicación privilegiada en medio del mar, una isla que destaca en la lejanía.
En realidad está en la desembocadura del río Couesnon, pero la sensación es otra. Aunque para ver el islote completamente rodeado por agua hay que visitarlo durante las denominadas grandes mareas, que ocurren aproximadamente uno o dos días al mes.
El coche hay que dejarlo en un aparcamiento que dista 2.500 metros de Saint Michel. Hay autobuses lanzadera que hacen el recorrido hasta unos 400 metros del monumento.
Información turística: http://www.bienvenueaumontsaintmichel.com/es
El santuario comenzó a construirse en el año 709, donde según cuenta la leyenda se apareció el Arcangel San Miguel.
La visita comienza atravesando las murallas,y entrando a un primer recito medieval con algunas casas, actualmente hoteles y restaurantes y una segunda entrada fortificada,por la que se accede a la Grande Rue, la populosa y empinada calle que sube hasta la Abadía.
Destacan las casas de origen medieval de los siglos XV y XVI, con su entramado de madera.
La Grande Rue como he dicho es una calle estrecha, abarrotada de turistas y llena de establecimientos turísticos, tiendas de souvenirs, restaurantes, etc…Una vez recorrida y tras subir unas escaleras se llega a los pies de la Abadía, donde suele haber cola para coger las entradas.
En el interior se van recorriendo diversas estancias y alguna cosa curiosa como el mecanismo para subir las mercancías desde abajo.
El claustro, de estilo anglonormando.
Desde la terraza hay unas bonitas vistas tant de la bahía como de la torre de la Abadía.
Como comentaba al principio, lo que es la Abadía está bien, pero no es como para cortar la respiración. Lo más bonito la vista del islote en la distancia, y si se tiene suerte ver como la marea lo envuelve.
En la parte inferior, paramos a comer en un establecimiento con mucha solera, que opera desde el siglo XIX, La Mére Poulard, especializada en la tortilla francesa.
Es posible ver como los cocineros baten con energía los huevos en antiguos recipientes de bronce, y ataviados con ropas de hace dos siglos.
Entendí mal un menú (lo supe después) y entramos para probar, nada más entrar me pareció un lugar muy elegante, no me casaba con el precio del menú. El caso es que cuando vimos la carta casi nos da un pasmo. Al final pedimos lo más básico, entre ello la famosa tortilla francesa, que resultó la tortilla más cara que he probado en mi vida, y encima no me gustó.
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